El Kambó es el nombre que recibe una toxina encontrada en Phyllomedusa bicolor, una especie de rana arborícola que habita en los bosques de Sudamérica y que se caracteriza por su peculiar manera de desplazarse, gracias a lo que recibe el nombre de rana “mono”, ya que las ranas de este género no suelen desplazarse mediante saltos, reservándolos como último recurso para acceder a nuevas superficies o para huir de posibles depredadores, si no desplazándose
lentamente entre las ramas de forma similar a como lo hacen los primates.
Son ranas de tamaño grande, siendo las hembras mayores pudiendo alcanzar los 12 centímetros. En ambos sexos pueden observarse fácilmente las prominentes glándulas parótidas por donde liberan las toxinas en situaciones de estrés, estando situadas por detrás del ojo y encima del tímpano.
El uso del kambó es llevado a cabo por determinadas tribus indígenas de Brasil como katukinas, kaxinawás y ashaninkas, las cuales tras capturar la rana y sujetarla por las extremidades frotan un utensilio de madera por las glándulas parótidas consiguiendo que la toxina sea exteriorizada.
Las principales familias de péptidos identificados en la secreción de la Phyllomedusa incluyen:
Filomedusinas: responsables de efectos hipotensivos. Dentro de esta familia podemos encontrar más medusinas, que poseen propiedad antimicrobianas y antifúngicas.
Filokininas: provoca hipotension en el sistema vascular.
Filocaruleína: se encuentra en mayor concentración y es el péptidos responsable de las principales reacciones fisiológicas al kambó. Estimulan las secreciones gástricas, biliares y pancreáticas.
Sauvaginas: Ambos péptidos poseen un gran poder analgésico y disminuyen los síntomas de fatiga.
Dermorfinas y deltorfinas: Son agonistas selectivos de los receptores delta opiáceos, mucho más potentes que la morfina y endorfinas endógenas. Se les atribuye el efecto del veneno en el organismo, aunque debido a su limitada concentración parece poco probable.
Dermaseptinas: péptidos implicados en la defensa contra la invasión microbiana, por lo que tienen un gran potencial antibiótico, siendo los primeros péptidos de vertebrados que muestran efectos letales contra los hongos filamentosos, bacterias, levaduras y protozoos.
Aunque su uso está extendiéndose especialmente en Sudamérica, también está teniendo una gran acogida en el resto del mundo, donde durante los años 2017-2018 se ha visto incrementado el número de adeptos debido a los supuestos beneficios médicos y terapéuticos que este veneno genera, aunque a día de hoy no hay ningún estudio que pueda demostrar de manera irrefutable que sea así. Por otro lado es sabido que varios de los péptidos que contiene esta toxina tienen actividad agonista opioide y otros antimicrobianos, pero los médicos prefieren mantener una postura cautelosa en este aspecto.
Por lo tanto, el uso de este veneno de manera no controlada y a elevadas concentraciones de uso podría tener efectos perjudiciales en la salud humana, especialmente en aquellas que tengas problemas de corazón o sistema circulatorio.
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